Páginas
▼
viernes, 4 de junio de 2010
Censura en El Capitán Trueno
La genialidad que desprenden varias historias del Capitán Trueno, merced a la imaginación muy realista y documentada de sus autores, se vio eclipsada por la negativa influencia de la censura. En efecto, los trazos del lápiz rojo cometieron auténticas salvajadas mermando las obras de sus creadores, siendo Ambrós el dibujante que más sufrió sus efectos.
Todo seguidor del Capitán Trueno conoce sobradamente que las alteraciones producidas por la intervención censora en los dibujos originales tuvieron mayor relevancia a finales de los sesenta, manteniéndose prácticamente durante toda la década de los 70.
Ciñéndonos al poco espacio disponible (el tema da para muchísimo más), podríamos englobar estos perniciosos efectos en tres apartados: eliminación de “violencia”, ausencia total de erotismo y cultura represiva de la época.
Utilizando el argumento de evitar la violencia en los dibujos, se modificaron los mismos desapareciendo los elementos que a juicio del censor la producía. Así, nos encontramos con viñetas en las que las armas habían desaparecido, o bien se habían retocado para que el lector no pudiese ver las heridas producidas. Véanse unos ejemplos con la comparativa de las imágenes 1a-1b y 2a-2b.
Estas nefastas alteraciones (introducidas supuestamente para suavizar las imágenes) produjeron gran decepción entre los miles de seguidores, que cada vez esperaban con más vehemencia una reedición digna e íntegra de las aventuras originales. Pero cada colección nueva que salía al mercado (Trueno Color, Edición Histórica) sufría más mutilaciones todavía, llegando incluso a desaparecer aventuras completas.
Es comprensible el desánimo que estos desaguisados producían en el ánimo de los autores, y fue ya en la década de los años 80 cuanto el tándem V. Mora-Ambrós tuvo oportunidad de “vengarse” con “El adivino de los ojos muertos”, última aventura ilustrada por el dibujante de Albuixech. Las viñetas, libres de tan extrema censura, recreaban escenas con toda su violencia.
El Capitán Trueno tenía a su dama, Sigrid, por eterna enamorada. Una relación de pareja cuyas muestras de afecto y amor también estaban condicionadas por la férrea censura. Una de las imágenes más esperadas por el aficionado fue la del ansiado reencuentro entre ambos tras conocerse y separarse. Eliminada completamente en las reediciones coloreadas, Ambrós supo transformar toda la emoción de los personajes en un entrañable abrazo, donde lo único que se echa en falta es el beso que la ocasión merecía.
Tal y como sucedió con la violencia, los autores debieron evitar cualquier muestra de erotismo, por ligero que fuese, por temor a escandalizar al lector o, mejor dicho, a una sociedad por entonces reacia a aceptar este tipo de manifestaciones. Sin embargo, el elenco social evolucionó con los tiempos, y esa escasez de gestos amorosos debido a la censura se puso en evidencia de nuevo en la aventura “El adivino de los ojos muertos”, donde Ambrós creó la primera escena de cama entre Trueno y Sigrid, hecho que al principio estuvo rodeado de cierta polémica, incluso entre algunos de sus fieles seguidores.
El pistoletazo de salida se había producido. La democracia derrotó los últimos pincelazos de una censura que ya de por sí estaba moribunda. Las consecuencias no tardaron en producirse para gozo de todos los aficionados al Capitán Trueno: las nuevas aventuras reflejaban con todo detalle el estilo de vida del marco histórico donde se producían. El dibujo de la mujer se tornó en una pronunciación más explosiva de sus curvas, así como unos vestuarios que permitían una visión generosa de lo que ocultaban en su interior. La forma plana de los pechos se transformó en sugerentes círculos dotados de una provocativa turgencia.
A pesar de que nuestro paladín hacía suspirar a las damas y dejó más de un enamoramiento tras cada partida, siempre demostró una fidelidad total hacia la dueña de su corazón, siendo impensable achacarle cualquier desliz con cualquier otra fémina. No obstante no faltó mujer decidida que, a pesar de conocer su estado de “pareja de hecho”, pretendiera lanzarle las redes, ahora ya sin motivo censor que justificara la omisión de caricias y donde los besos no quedaban supeditados a la imaginación exclusiva del lector.
Y como homenaje póstumo a esa época negra que para el mundo de la historieta supuso la censura, e incluso como motivo de protesta hacia ella, Paco Nájera tomó el lápiz y elaboró una hilarante parodia bajo el nombre del Capitán Tronado. En tan divertida aventura se puede ver a la conocida pareja dejándose llevar por su “fogosidad” y culminando tanto tiempo de espera, en una viñeta que representa mucho más de lo que contiene: lo que todos los aficionados al Capitán Trueno hemos esperado desde que se confesaron su amor.
En suma, que todo el conjunto de aventuras que forman las diversas colecciones aparecidas de el Capitán Trueno, se pueden definir como un retrato fiel de la reciente historia española, puesto que todo cuanto se censuró, omitió y criticó de sus contenidos se correspondía exactamente con las culturas represivas de cada época. El machismo imperaba por aquellos años y por ello se eliminaban escenas donde se intuía que la mujer pretendía restar autoridad al hombre.
De la misma forma, no se concebía que un caballero pudiera dormir bajo el mismo techo que su prometida sin estar casados, aunque fuese en habitaciones separadas.
A pesar de todo ello, el Capitán Trueno gozó de una aceptación sin precedentes, moviendo a miles de lectores que cada semana acudían fieles a los quioscos para comprar sus aventuras. Y la prueba más tangible es que aún hoy día, cuando se va a cumplir el 50 aniversario de su nacimiento, las reediciones que siguen saliendo al mercado continúan haciendo las delicias de sus seguidores, pese a ser repeticiones de historias ya publicadas con anterioridad.
Si algo malo podemos hablar del héroe por excelencia del tebeo español, es la falta de nuevas aventuras. Sería magnífico que precisamente ahora, fuera de los tentáculos de la fatídica censura, el Capitán Trueno, Sigrid, Goliath y Crispín cabalgaran juntos de nuevo. Y más que una utopía, para concienciarnos de la falta que hacen. “Ven, Capitán Trueno. Haz que gane el bueno...”
¡Seguro que más de uno temblaría si lo viera aparecer!
Emilio Gallego López-Ballesteros
No a aquella censura, pero para folleteo ya está todo lo demás. Dejemos a Trueno ser un caballero idealista y no lo estropeemos.
ResponderEliminar