martes, 29 de junio de 2010
A LA BÚSQUEDA DEL DATO PERDIDO
A Isabelita, que cada martes de mi niñez
me guardaba los tebeos de la semana
Cuando apareció el primer cuadernillo de “El Capitán Trueno” a mediados de Mayo de 1956, yo aún no había cumplido los cinco años. Tendría que pasar algo más de un año para que mi padre me comprase el numero 36 titulado “¡El país de los faraones!” el cual, siguiendo las enseñanzas de mi maestro, leí lentamente pero con fruición. Para aquella generación a la que pertenezco, aquellos cuadernillos, la más de la veces en un papel de baja calidad, representaban su fuente de lectura principal, sin sospechar que detrás de aquellas viñetas había un mundo, para nosotros brumoso cuando no desconocido, donde abundaban dibujantes, guionistas, grandes y pequeñas editoriales, tiradas, etc. Apenas atisbábamos una firma en una esquina de una portada o de una viñeta, una fecha en el pie de una contraportada, y no sospechábamos ni por asombro que nombres como Víctor Mora, Manuel Gago, Ambrós y otros muchos, dedicaban su vida y su obra para que una generación de hombres y mujeres tuviesen un alimento intelectual con el que a veces escapar de la dura realidad cotidiana.
Muchos años después, cuando se pretende recuperar una parte de la niñez perdida, apoyado por un puñado de tebeos que quedaron el trastero de la casa de tus padres, intentamos hace un esfuerzo de evocación en un impulso por recuperar la pequeña memoria histórica de nuestra niñez. Entones descubrimos cuán frágil es nuestra facultad para recordar, y los más resueltos nos adentramos en una lucha de recuperar el pasado a base de leer, de preguntar y de completar todas aquellas colecciones que se nos quedaron incompletas.
Cuando queremos datar aquellas colecciones y saber la fecha en que compramos cada uno de los números, para asociarlo con momentos importantes de nuestra niñez, como el día de nuestra Primera Comunión, o aquel lejano día en que comenzamos nuestro primer curso de bachiller o quizás aquel acontecimiento que tanto nos marcó en nuestra vida, nos encontramos con grandes dificultades. La cuantía de estudios cronológicos que existen es exiguo y no entran en detalles, de manera que debes de sumergirte en esos tebeos que tienes en tus manos y ponerte manos a la obra. De esa manera descubres con sorpresa que la datación de los cuadernillos no aparece, o lo hace bastante avanzada la colección, de forma que te ves obligado a realizar una labor casi detectivesca, revisando y comparando contraportadas, en un afán de descubrir un mes y un año en la propaganda que aparece en esta última página. Se encuentra por esa vía que colecciones como “Roberto Alcázar y Pedrín” comienza a fechar (con día, mes y año) sus aventuras casi cerca del numero 800, al comienzo del año 1968, existiendo solamente la información del año a partir de 1960, junto al numero de registro. Intentar reconstruir, a partir de tan escasa indicación, la cronología desde el primer número se convierte en una labor de dudoso éxito. En el caso de colecciones como por ejemplo “El Capitán Trueno”, la reconstrucción parece más sencilla, toda vez que a partir del cuadernillos 58 aparece en el pie de la retiración de portada la fecha de 11-11-57, pero en otros casos como es el clásico “El Guerrero del Antifaz” en sus 668 ejemplares no aparece ni una fecha completa que no sea el año junto al numero de registro a partir de 1958, cuando se publicaba el numero 335 de la colección. En este particular caso, y gracias a la importante labor de Tadeo Juan, es posible establecer una cronología bastante exacta.
Si, por otro lado, intentamos conocer los aspectos relacionados con la distribución y el volumen de las tiradas, llegamos a un terreno que queda en manos de la fragilidad de la memoria de las muchas personas que estaban implicadas en el mundo editorial de aquella época. Así mientras Víctor Mora señala que de “El Capitán Trueno” se editaban, en su mejor momento, del orden de 350.000 ejemplares, lo que afirma que era “.... una cifra impensada que nadie, en la historia de los tebeos españoles, había alcanzado jamás ... “, Soriano Izquierdo, el que fuera director artístico de Editorial Valenciana, afirmaba que de “El Guerrero del Antifaz” se lanzaban 800.000 ejemplares o de “Roberto Alcázar y Pedrín” 500.000 ejemplares en sus mejores momentos, en ambos casos cada dos semanas, dada la periodicidad quincenal de estas dos colecciones. En el caso de colecciones como “El pequeño luchador” o “El hombre de piedra”, Soriano habla de tiradas cercanas a los 250.000 ejemplares por números.
Descubrir los autores puede ser otra ardua tarea de indagación, donde podemos perder hasta las pestañas observando detenidamente ciento y cientos de viñetas en un intento de encontrar una firma que nos avale la autoría de una aventura, cosa que se complica aún más si queremos conocer el autor del guión. Hay que esperar hasta muy avanzado los años sesenta para encontrar en las colecciones más señeras los créditos de sus autores, normalmente en la primera viñeta junto al título de la aventura. El resto hay que dejarlo en manos del estudio bibliográfico, donde buscando entre citas y referencias a entrevistas con los autores, hay que ir encajando cada pieza en su casilla. Cuando en aquellos años de niñez y adolescencia llegaban a nuestras manos aventuras dibujadas por autores nuevos, sentíamos que algo de nuestros héroes se había perdido y no adivinábamos por que las editoriales no mantenían a los mismos dibujantes hasta que la colección llegaba a su final. Desconocíamos la situación que estos creadores tenían que soportar, sin ningún tipo de reconocimiento y sin derechos económicos en las continuas reimpresiones que se hacían de sus obras.
El tema de las reimpresiones es otra de las cuestiones incontrolada en aquellos años 40 y 50. En los casos de las colecciones mas longevas, la continuas reimpresiones se hacían de manera caótica y, según suponemos hoy, debido a la gran demanda. Aunque en series como “El Capitán Trueno” solamente se tiene constancia de una, como bien recoge Ortega Anguiano en su obra sobre este héroe, en el caso de las dos grandes de Editorial Valenciana el problema es mucho mas complejo. Mientras que de “El Guerrero del Antifaz” solo se hicieron reimpresiones del primer centenar de números, en el caso de “Roberto Alcázar y Pedrín” el asunto alcanza cotas de disparate. Al menos hasta bien avanzada la tercera centena de ejemplares se estuvieron haciendo reimpresiones, llegándonos a encontrar hasta los mismos ejemplares con tres distintos precios faciales y por lo tanto diferente contraportada, por el hecho de actualizar los anuncios que esta última pagina contenía. Ello, teniendo en cuenta que en numerosas ocasiones la editorial utilizaba ejemplares del almacén al que actualizaba el precio mediante una tosca pegatina con el nuevo valor facial. De estas reimpresiones, el propio Soriano, habla de tiradas mínimas de 10. 000 ejemplares para alcanzar una cierta rentabilidad.
Otros temas como las colecciones extras, los almanaques y extras de verano, las reediciones coloreadas en muchos casos, son objetos además de gran interés para el estudioso. La evolución de los precios faciales igualmente puede ser objeto de interés sobre todos en series como “Roberto Alcázar y Pedrín” cuya existencia durante casi 36 años hizo que su precio facial se multiplicase por diez veces, pasando de los 60 céntimos hasta 6 pesetas.
Por supuesto si queremos entrar en análisis más profundos aparecen otros aspectos de gran aliciente para el especialista. Aspectos como las formas del desarrollo de la acción, estructura narrativa, numero de ejemplares por aventuras completas, tamaño y distribución de las viñetas son de sumo interés, sin olvidar, por supuesto el tema de la censura y de la autocensura de las propias editoriales durante las reediciones coloreadas. Pero eso ya es otra historia.
José María Baena
Algeciras, 28 de Febrero de 2005
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1 comentario:
No sabía que era tan difícil situar cada edición en su fecha correcta, menudo trabajo para organizarlo todo. Esto es casi trabajo arqueológico de prehistoria XDD muy interesante.
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