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miércoles, 4 de octubre de 2023

MEMORIAS DE UN AFICIONADO AL CÓMIC: COMO SE GESTÓ LA EXPOSICIÓN DE EL CAPITÁN TRUENO EN CÓRDOBA. (1)


 Jose Antonio Ortega Anguiano, en su página de facebook, está recopilando parte de sus memorias de cómic.

Por su interés, trataremos de recopilar en estas entradas, las dedicadas a la exposición que se realizó en Córdoba.

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MEMORIAS DE UN AFICIONADO AL CÓMIC (090)
Cómo cristalizó una idea
Pero, las V Jornadas parecían no tener fin… El 26 de mayo de ese año 1988 el periódico Córdoba recogió e hizo pública la queja del colectivo Hepérides, que indicaba que tras más de un mes, aún no se les habían devuelto a los dibujantes los originales ni pagado los que se les había prometido por haber colaborado en la exposición Tortilla D´a Pera. También hablaban de la falta de cuidado de la entidad por haberles perdido originales en alguna ocasión.
A continuación de las Jornadas, Juan Francisco Pérez realizó también un taller de cómic en la Casa de la Juventud del Ayuntamiento. Me pidió que si quería intervenir para dar información a los alumnos sobre los cómics en general para que tuvieran una idea sobre el medio que fuese más allá de las simples lecciones del dibujo y le dije que sí. Por ello, durante la primavera de aquel año nos reuníamos todos los viernes en el aula para ver unas diapositivas que provenían de mi conferencia sobre las mejores páginas de la Historia de los Cómics. Luego, conversábamos sobre los mil entresijos que cultural, histórica, afectiva o simplemente lúdica tiene el medio.
Creo que fue allí donde conocí a Rafa Infantes, aunque parece ser que ya nos habíamos visto en las Jornadas cuando él hacía cosas para Er Chismoso la Posá. Además del monitor Juan Francisco Pérez, también iba por allí Miguel Ángel Cáceres y, lógicamente, yo por aquello de las charlas sobre historia.
En una de aquellas tardes, ya casi tórrida porque el terrible verano cordobés estaba muy cercano, cuando Juanfra había terminado de dar su clase y permanecíamos sentados dialogando tranquilamente, nació la idea de colaborar entre nosotros cuatro para emprender una tarea que tuvo una buena repercusión y trascendencia dentro del cómic cordobés. Habría que decir en primer lugar que a inicios de 1988, presenté un proyecto para realizarlo como parte del programa de las V Jornadas del Cómic en Córdoba consistente en una exposición sobre El Capitán Trueno, pero no me fue aceptado.
Entonces, hablamos de que podíamos llevarlo a cabo. Pero, ya sabíamos que el Ayuntamiento no iba a secundar una muestra que requiriese una inversión de dinero como para financiar una serie de publicaciones y actos que la convirtiesen en un evento grande. Según habíamos ido aprendiendo con la experiencia que habíamos adquirido trabajando en las Jornadas, estábamos ya en situación de encarar un empresa complicada, pero que pudiese ser realizada con esfuerzo y moviendo hilos, porque ya sabíamos que todo era cuestión de llamar a las puertas adecuadas.
En un simple folio y en cinco minutos se esbozó lo que queríamos poner en marcha. Las ideas, a veces, chocan con lo real y hay que dejar en el camino cientos de pequeñas o de grandes cosas, pero, no fue este el caso porque creímos que todo lo que soñábamos podía hacerse realidad.
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MEMORIAS DE UN AFICIONADO AL CÓMIC (091)
En qué consistió el proyecto de exposición de El Capitán Trueno
Entre las ideas que figuraban en el proyecto que realizamos entre Miguel Ángel Cáceres, Juanfra Pérez Ruiz, Rafa Infantes y yo estaba la de conseguir originales de la serie con el fin de hacer una exposición con ellos.
De manera paralela, se pretendía montar una muestra de obras de jóvenes autores andaluces que homenajeasen al personaje, con lo cual se contaría con creaciones de la vanguardia pictórica y de los cómics en Andalucía.
Así mismo, concebimos la idea de hacer una pequeña aventura de Trueno en Córdoba durante su etapa de esplendor cuando era capital de al-Andalus, que se editaría expresamente para la ocasión en un cuaderno de idénticas características a los tebeos originales y al que Víctor Mora y un dibujante de su elección le darían forma.
Por otra parte, pensamos en escribir un libro sobre el personaje que lo analizase desde varias perspectivas, algo que aún no se había hecho en el campo de los tebeos españoles. Se habían estudiado en conjunto, sí, pero no de manera singular. La idea era que cada uno de los cuatro escribiésemos una parte para demostrar a la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba que valíamos más de lo que se nos había valorado hasta ese momento.
Incluso, se pensó en diseñar un Gran Batracio Verde, ese ser extraño al que Goliath siempre aludía cuando estaba sorprendido o cabreado, que podía ser un divertido juguete para los niños que visitaran la exposición.
Todo aquello era algo tan ambicioso que hubiese echado hacia atrás a cualquier aficionado desconocido dentro de los cauces habituales del medio de los cómics españoles, como era nuestro caso. Sin embargo, hicimos nuestro ese dicho popular que dice que “cuando un tonto toma un camino, o se acaba el camino o se acaba el tonto” y obramos en consecuencia.
Lo primero que debíamos conseguir era el apoyo de Ediciones B., la empresa propietaria de los derechos de explotación del personaje, porque si no nos daba cobertura no había nada que hacer. Pensando en que se nos iba a mandar a paseo, hablé con Julia Galán, editora de la empresa, y desde un primer momento estuvo encantada con la idea de aquel proyecto en cuanto se le expuso, por lo que nos prometió ceder cuantos originales del personaje nos fuesen necesarios para montar una exposición.
Ella nos remitió a Víctor Mora y así, a últimos de enero de 1989, teníamos concertada su asistencia al posible evento y su promesa de ayudarnos mediante conversaciones telefónicas en el esclarecimiento de partes desconocidas o poco claras que encontrásemos en el análisis del personaje.
Con ello, nos podíamos poner en marcha y así, día a día, por teléfono, contacto a contacto cada mañana de domingo cuando quedábamos los cuatro compañeros para organizarnos, fueron apareciendo miles de pequeños matices que pulían el proyecto, lo iban completando y haciéndolo crecer. Toda idea era anotada y se convertía en realidad o se cambiaba por otra mejor o simplemente se aparcaba porque no seguía la dirección acertada.
Todo ello, se plasmó en un dossier en el que se explicaba punto por punto lo expuesto anteriormente y en el que se decía cómo, dónde y cuándo podía hacerse. Hasta se había hecho un presupuesto, que se había estimado en unas trescientas mil pesetas. El plan había sido completado, pero carecíamos de lo esencial: una entidad que lo financiase.
Por supuesto, ni se nos ocurrió llevarlo al Ayuntamiento, dado que ya se lo había propuesto yo como idea simplemente y no se había aceptado. Cuanto más si hacer aquello requería esa cantidad de dinero que no se iba a querer pagar a tenor de lo parcos que se habían mostrado siempre los gestores con el dinero y de cómo recortaban los presupuestos de exposiciones y actos que sacábamos adelante con mucho ingenio a una gran falta de medios.
Por ello, partíamos de cero.
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MEMORIAS DE UN AFICIONADO AL CÓMIC (099)
La aprobación del proyecto de la exposición de El Capitán Trueno
Juanfra, Rafa, Miguel Ángel y yo barajábamos la posibilidad de irnos a Sevilla a visitar el área cultural de alguna caja de ahorros, un banco o de la Junta de Andalucía cuando en el último día, de forma casual, me topé con Susi Expósito, una muy querida amiga de toda la vida. Su hermana Inma, con la que había compartido juegos de niñez y pandillas adolescentes, estaba casada con Diego Ruiz Alcubilla, el Delegado de Cultura de la Junta de Andalucía en Córdoba. Susy, me sugirió la posibilidad de ofrecerle el proyecto a su cuñado, contingencia que nosotros habíamos barajado, pero que no quisimos poner en práctica para no incomodarlo si no le interesaba el proyecto al estar de por medio la amistad, pero, ella me dijo que Diego estaba para eso.
Lo llamé por teléfono y quedamos en vernos en la Delegación en Córdoba de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Expusimos el contenido del dossier y, en principio, se nos dijo que sí, pero que la última palabra la debía de tener Sevilla.
Días después fuimos de nuevo a la Delegación y se nos dijo que la Consejería de Cultura había dado el visto bueno, pero que había un cambio en cuanto al presupuesto consistente en que de las trescientas mil pesetas proyectadas por nosotros se iban a aumentar a un millón porque a Torres Vela, el Consejero de entonces, le había gustado mucho el proyecto y además era un gran amante de la serie, como lo habíamos sido tantos jóvenes de nuestra generación. Además, para hacerla había una condición sine qua non: que debía ser él quien la inaugurase.
O sea, que habíamos conseguido levantar aquel proyecto aunándose una serie de casualidades, como encontrarme con Susi, tener un conocido en el lugar adecuado como Diego y que al responsable último le gustase la idea porque le tocaba la fibra interna como Torres Vela. Quiero pensar que, además, el proyecto era bueno.
Para celebrar la buena noticia, nos fuimos a comer a un chino y luego nos pusimos en marcha hablando con Julia Galán y con Víctor Mora para darles la noticia de haber conseguido que el proyecto se nos hubiese aceptado y decirles los cambios sustanciales que había.
A Víctor Mora le ofrecimos la posibilidad de hacer un cuaderno atípico si lo tenía a bien, más en la línea de aquellas historias de Las crónicas del Sin Nombre que de los tebeos convencionales de la serie, dado que era un ejemplar único que debía ser autoconclusivo y no estaba muy claro que se pudiese desarrollar una aventura convencional en diez páginas. A modo de inspiración y para que se documentase, le envié un libro de Rafael Castejón, el veterinario, historiador y arabista que había estudiado el yacimiento arqueológico califal de Madinat-al-Zarah.
Tanto la editorial como Mora renunciaron a cobrar nada en concepto de derechos y, por ello, se concertó que en el precio de las publicaciones no podía haber ningún ánimo de lucro.
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Continuará

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