viernes, 3 de diciembre de 2010

CONFERENCIA: LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL CAPITÁN TRUENO Y OTROS TEBEOS

Transcribimos la conferencia que Jose Antonio Ortega Anguiano dió en el Salón de Grados de la Facultad de Comunicación de Sevilla, el pasado 25 de noviembre.
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LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL CAPITÁN TRUENO Y OTROS TEBEOS

Por José Antonio Ortega Anguiano

INTRODUCCIÓN

El contenido de esta conferencia surgió como consecuencia de un artículo publicado en el número 3 del Nuevo Trueno-Color. Me lo encargó Francisco Sánchez, el anterior gestor del departamento de comics de Ediciones B, sin indicarme un tema específico, por lo que, como desde siempre he estado muy interesado en todo lo concerniente a los derechos inalienables del ser humano, pensé en realizarlo sobre la posible trasgresión de éstos en El Capitán Trueno. Sin embargo, el tema era tan amplio que finalmente lo constreñí a la violencia ejercida contra la mujer, porque recordaba algún que otro ejemplo aislado de esto que se había plasmado en sus páginas.
Una vez que hube rastreado en algunas partes de los cuadernos en las que había ejemplos evidentes de maltrato hacia la mujer ejercido incluso hasta por el protagonista o alguno de sus compañeros, escribí el texto y una vez leído creí que Sánchez no se atrevería a publicarlo. Se lo envié a me respondió que le había gustado y que se editaría porque el contenido se había expuesto de manera ecuánime y lo dicho resultaba indiscutible a tenor de las imágenes aportadas para complementarlo.
Cuando apareció el ejemplar, tuvo a bien remitirme un email en el que el creador del personaje, a través de su esposa, protestaba para que la editorial concesionaria de los derechos me presionase para que hubiese una rectificación por mi parte, dado que el personaje siempre había defendido los derechos de la mujer y del débil, en general. En principio, pensé hacerlo porque se trataba de una persona mayor a la que admiro, pero, luego me negué porque en el contenido del artículo se hablaba más que del personaje, de un estado de cosas deleznables y porque, guste o no, lo que había escrito podía ser refrendado con las imágenes que habían sido plasmadas siguiendo los textos escritos directamente por Víctor Mora, o bien, por Ricardo Acedo, en menor medida.
Y es que, como otro modo de expresión, el cómic ha conservado en su seno la huella de cualquier forma de sentir que haya experimentado el individuo, porque, a fin de cuentas, es un medio de comunicación de masas y como tal se convierte en un espejo de la sociedad que lo produce. Por ello, además del amor, del odio, del sexo o de cualquier otra forma con la que se manifiesta el ser humano, la violencia de género también está inmersa en las viñetas.
Aunque no con mucha profusión, hay ejemplos diáfanos plasmados en el tebeo de esa especie de normalidad con la que la intemperancia contra la mujer se asentaba en el poso de aquella conciencia social y, por ello, son muchas las muestras, sutiles o explícitas, que es posible rastrear de esta desconsideración de unos seres humanos hacia otros cuya única diferencia radica en el sexo con que han nacido.
A continuación, se van a exponer algunas de estas imágenes y las diferentes formas en las que pueden diversificarse una actitud de dominio del macho sobre la mujer a todos los niveles, pero, antes, permítaseme que cuente un retazo de mi vida.
Cuando tenía unos ocho años, vi cómo un hombre daba una fuerte bofetada a una mujer en plena calle. Aquella agresión me dejó consternado porque, al estar imbuido en el seno de una familia normal, jamás había visto nada semejante ni podía imaginar que pudiese ser posible que un hombre, dotado de una mayor fuerza física, la utilizase contra su pareja.
Aquello me marcó y durante días se lo estuve refiriendo a todos. Cuando se lo conté a un familiar muy cercano me dijo que no pensase en la bofetada que ese hombre le había dado a aquella mujer, sino en lo que esa mujer le habría dicho a ese hombre para que le pegase de esa forma… Esta persona era un ser que nunca hizo daño a nadie y, por supuesto, jamás pegó a una mujer. Entonces, ¿cómo conciliar esta incongruencia entre cómo actuaba y pensaba alguien agradable y bondadoso? La respuesta radica en que la situación de dominio del varón con respecto a la mujer era algo asentado por entonces en cualquiera de las conciencias de hombres y mujeres de este país. Por ello, más allá de la acusación fácil y del juicio ventajista que pueda proporcionar el tiempo transcurrido, lo que se va a exponer en esta alocución es cómo la enculturación puede llegar a fijar lacras censurables que no se corresponden con los grandes valores de los que pueda hacer gala un individuo.

LA INTEMPERANCIA HACIA LA MUJER EN LOS TEBEOS

Durante las décadas intermedias del pasado siglo, existía entre el macho la psicosis de ser avasallado por la mujer y perder así una cómoda preponderancia. El peligro del hombre a ser subyugado por la mujer era un miedo recurrente que se manifestaba en las bromas de las tertulias de taberna, entre los compañeros de trabajo, en el seno familiar y hasta en los semanarios de humor, donde se hacía uso de los tópicos relativos a las aparentes veleidades femeninas o a sus aspiraciones con respecto al matrimonio, a su coquetería o fragilidad, a su inconsciencia o incapacidad, a su miedo a lo fútil y hasta a su deseo de dominio del varón.
Nadal expone gráficamente en una portada de Can Can

una situación límite en la que un esposo es castigado por su mujer por haberse retrasado dos minutos en volver a casa desde el trabajo. En última instancia, con este tipo de chanzas se trataba de extirpar este miedo, alimentado por cualquier estamento social desde que se era muy pequeño, para intentar conjurarlo.
Si el ejemplo que se han expuesto no era muy frecuente que ocurriese en la realidad, lo que es innegable es la evidencia de la supremacía del varón en todos los órdenes de la vida. En la revista Can Can, pueden encontrarse cientos de estos arquetipos de los que se van a mostrar sólo algunos por razones de espacio.
Con respecto a la violencia ejercida por el varón hay apenas referencias muy veladas, como una contenida en un chiste de Vázquez en la que llega a justificarse sin que aparezca de manera explícita.

Sin embargo, hay varias ocasiones en las que se plasman chistes o historietas en las que la mujer agrede al hombre sin lenitivos, como en la tira de Costa para la sección “En la fracción de un segundo… Cambia la opinión del mundo”,

en la historieta Maritina, de Segura

, o en uno de los chistes de una página central dibujada por Gin.

Aunque estas situaciones parecen un tanto extravagantes, también había mujeres que arremetían contra su pareja en la vida real. Aunque de menor entidad en cuanto a las estadísticas no se puede obviar que existe y que sus consecuencias son lo mismo de dramáticas para los agredidos.
Sin que se pretendiese hacer un estudio psicológico del maltratador, en Can Can hay varias páginas dedicadas a los celos, algo que parece inherente a la situación de atropello contra la mujer, porque a veces es la causa primigenia del maltrato, aunque tengan poco que ver con lo racional. Baste citar como ejemplos las dos portadas dibujadas por Jorge Bernet para saber que lo esperpéntico, a veces, tiene visos muy reales.


La humillación debido al aspecto físico de la mujer también está presente. Segura sintetiza bien algo muy común: la burla hacia las gordas,

pero éste es un aspecto que va a ser tratado ampliamente en el apartado dedicado al Capitán Trueno.
Si el humor es capaz de suavizar cualquier situación, no es menos cierto que también en los tebeos para chicos se dio este tipo de lecturas del inconsciente colectivo.
En Ricardo Manteca y Jorgito “Apuros”,

un rufián amenaza a uno de los protagonistas con disolverlo “como lo haría con Mónica, mi mujer”, a lo que éste responde: “que lo hagas con tu Mónica te lo permito ¿pero, conmigo?” Jorgito “Apuros” era tan sólo un niño, pero ya sabía que la mujer carecía del más elemental derecho a su integridad física porque estaba sujeta por completo al hombre. Es decir, que hasta un chiquillo admitía que fuese normal que un adulto le pegase a su mujer, lo cual hiela la sangre si se es consciente de cómo una sociedad entera podía estar acostumbrada a una tragedia semejante…
En un momento de alguna de las tres series aparecidas de Red Dixon, el héroe intergaláctico le dice a una malvada reina de un planeta que él no solía pegar a las mujeres, pero aquella se merecía que le pegase…
Pero, no todo es tan drástico. Normalmente, la negación del lugar que debe ocupar cualquier ser humano en igualdad de condiciones frente a otro le está vedado a la mujer si es un hombre quien tiene delante. Ayax, el griego puede que sea una de las series mejor dibujadas de todos los tebeos españoles, pero, también inserta entre sus páginas un buen número de trasgresiones a los derechos elementales del individuo cuya enumeración se dejará aparte para centrarnos en los relativos a la igualdad entre géneros. Desde el primer encuentro entre el protagonista y la reina de Egipto, su futura novia, ya hay un posicionamiento de éste como macho dominante. Cuando ella le recrimina que si ha defendido a un esclavo debe perdonar la vida a un soldado de su ejército, él le dice “¿por qué intervienes? Tu puesto está en la casa, no en medio de una pelea”.

En otro momento de la serie, cuando la dignataria propone ayudar a conquistar Egipto a un reyezuelo nubio éste comenta “¿ayudarme tú, una mujer?”,

con lo que se advierte que cualquiera podía relegar a la protagonista por su sexo si era un hombre. Más tarde, ella se niega a abandonar su palacio pese a estar en peligro, por lo que el héroe se ve obligado a raptarla. El método para vencer su obstinación resulta drástico si se tiene en cuenta que la deja inconsciente de un puñetazo, aunque la acción se justifica cuando el protagonista se disculpa diciendo “siento ponerte la mano encima, princesa, pero tenemos que salir de aquí con vida”.

Lógicamente, la causa de que esto apareciese con carácter cíclico en los tebeos estriba en una insensibilidad social ante un problema con evidente carta de naturaleza dentro de la convivencia que la ley de Arias-Salgado de 1955, que normalizaba las publicaciones infantiles y juveniles, no coarta. Es más, ni siquiera en su articulado se alude a la violencia ejercida contra la mujer ni a la dirigida contra otros seres humanos, con lo que resulta curioso que en un país controlado mediante una estructura de poder escalonada y donde existe un órgano censor que tiene en sus manos la información que debe o no debe llegar al ciudadano, no exista un mínimo de receptividad para entender un problema que entonces estaba tan presente como ahora.

LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL CAPITÁN TRUENO

Las primeras evidencias

Es innegable que el Capitán Trueno fue siempre un héroe valiente y justo, por lo tanto, es el espejo en el que nos hemos mirado tres generaciones. Con respecto a la mujer, puede decirse que en no pocas ocasiones, la defensa de los derechos o integridad física de ésta frente a los abusos de los poderosos en el planteamiento de las historietas ha dado motivo al guionista a desarrollar el resto de muchas de sus aventuras. Sin embargo, no todo es tan lineal porque es posible rastrear entre las viñetas dedicadas a este personaje esa impronta masculina que hace de la mujer un ser humano al que se relega a un segundo plano, cuando no se la agrede directamente, y no por parte de los malvados.

La primera vez que se produce una agresión contra la mujer en la serie de cuadernos de El Capitán Trueno ocurre el 25 de junio de 1956, es decir, en un momento en que han aparecido cuatro ejemplares y a tan sólo mes y medio de que el primero vea la luz. Lo curioso es que el acto de violencia lo ejerce el Capitán Trueno contra Sigrid cuando trata de ahogarse en el mar y arrastrar al Capitán con ella. Bien es verdad que cuando se trata de salvar a alguien está permitido emplear cualquier medio para lograrlo y por esto, se justifica el puñetazo del macho que la deja inconsciente, lo que parece dar alas al protagonista y a sus compañeros para seguir empleando la violencia en el resto de la serie, lógicamente, con una coartada ya sea moral o inevitable.

Así, cuando Singhi-Lay, la mujer pirata, le pregunta a Trueno que quién es, éste responde haciendo toda una declaración de principios que “un capitán español dispuesto siempre a luchar al lado del débil y contra la violencia”. Y lo dice mientras la arroja al suelo agarrándola del pelo y antes de sacarla por la borda del barco para exponerla a feroces tiburones para darle después una patada en el culo, ocurrencia que ríen sus compañeros.



Al final, la pirata entra en cintura guisando para los tres protagonistas y lavándoles la ropa, es decir, haciendo lo que según se consideraba que tenía impuesto como una obligación intrínseca de su condición de hembra.
A éstos, seguirán otros muchos ejemplos en una serie de tebeos donde la brutalidad no escasea precisamente, sobre todo en su primera etapa.

La desgracia de ser gorda

La violencia en El Capitán Trueno es gratuita, buscada, porque es el gran apoyo de la acción, al igual que ocurría en los demás tebeos de su tiempo. Es más, incluso se refuerza al prodigarla con una intemperancia verbal de insultos de todo tipo hacia el contrario. Si, como se decía, en El Capitán Trueno siempre se ayuda a las damas y se las atiende con mucha deferencia, no es menos cierto que existe poca consideración si se trata de una gorda.

La primera mujer metida en carnes que aparece en la serie es doña Clotilde, la preceptora de la jovencita doña Inés. En principio, esta mujer es tratada con su correspondiente dignidad, sin embargo, su constitución física se ve ridiculizada por Djali-al-Gumia, el tratante de esclavos, cuando compra a las dos mujeres y exclama “¡Ah! Una bella paloma y un gordo paquidermo…”.

A lo largo de toda la aventura, existe un explícito galanteo de la dama hacia Goliath centrado en el insaciable apetito de éste, por lo que ella dirige sus habilidades culinarias hacia este menester, sin embargo, el trato entre ambos es muy normal, por lo que ni siquiera se atisba lo que será una constate en la colección de cuadernos.
La primera historieta en la que ocurre algo vejatorio hacia este colectivo humano es en la dedicada a Cunegunda de Scandia, una princesa vikinga que tras morir su padre da rienda suelta a un carácter belicoso con el que, entre otras cosas, trata de hacer patente su superioridad sobre el varón. Lo curioso es que lo hace equiparándose constantemente a éste en la exhibición de unas características físicas que son propias del hombre, como la fuerza bruta desarrollada en el combate o en su papel de regidora poco dialogante de un estado. “Todavía no he encontrado nunca a un hombre más fuerte que yo", dice ufana.

Además de fuerza, Cunegunda tiene un carácter eminentemente masculino, por lo que al ser Goliath el más fuerte de entre los tres protagonistas, se constituirá en el blanco de su deseo inquebrantable de sentirse superior, por lo que busca infatigablemente medir con él sus fuerzas. Goliath dice “la ha tomado conmigo. Voy a darle a esa mandona una lección que no olvidará”.

El adjetivo descalificador se suele aplicar en bastantes ocasiones. Hasta uno de sus soldados se ríe disimuladamente cuando Goliath la humilla y comenta “le va a dar su merecido a esa mandona”.

Incluso, con la venia de un simple figurante, Goliath la sienta sobre su regazo y la azota mientras dice “me parece que es lo que estabais necesitando desde hace mucho tiempo”.


Normalmente, las mujeres obesas que aparecen tienen un comportamiento de marcado carácter masculino, son violentas y suelen vejar a Goliath, lo que hará que éste acabe dándoles unos azotes, un correctivo que despertará en ellas un insospechado amor no correspondido que entrará, por lo disparatado, en el terreno de lo ridículo y, por lo tanto, en el del humor.
Goliath se sacrifica por sus compañeros y acepta. Hasta llega a imaginar cómo será su vida de casado sumida en comilonas que le prepara Cunegunda, pero se rebela en sueños cuando ella le recrimina que está todo el día tumbado y al hacerle fregar los platos, algo que está fuera de las obligaciones propias de su condición de varón.
Pero, Sigrid y Gundar acuden al rescate. “Dicen que Cunegunda de Scandia es realmente una fiera ─ comenta el vikingo ─. Dicen que lucha como dos hombres y que bebe como un caballo”, lo que nos revela otra dimensión más del carácter de la princesa que en ningún caso sería un desdoro si formase parte de la idiosincrasia de un hombre.

Tras un batacazo accidental de la vikinga, Goliath exclama “yo diría que el castillo se ha estremecido hasta los cimientos con la caída de ese elefante”.

Pero, no será la única vez que compare a su prometida ocasional con este animal. Al ser desafiada por la reina de Thule a un duelo singular, piensa que “Sigrid no tiene la menor oportunidad ante este elefante con faldas”.

El ridículo a que se la somete llega a que se use una grúa para subirla a su caballo y cuando se comenta en un texto de apoyo “¿qué podrá Sigrid contra aquel verdadero mastodonte femenino?” hasta el propio guionista se implica en el insulto.


Avanzada la serie, cuando Crispín ve por vez primera a Robustiana “Brazofuerte” de Manpórrez, por cierto, un nombre muy explícito con respecto a su aspecto físico y carácter, piensa “¡qué ogro con faldas!”. Poco después, Goliath exclamará al verla “¿Qué es esto? ¿Un rinoceronte?”


De manera similar, cuando Crispín corre ante ella dice “¡Yo no puedo pelearme con una dama! ¡Aunque, la verdad, más que una dama parece un hipopótamo!”. Más tarde, atacada de sonambulismo, dice “¡Ja ja! ¡Resulta aún más ridícula dormida que despierta!”, con lo que se conoce que la burla hacia las obesas no es sólo un campo exclusivo de Goliath. Finalmente, ambos serán el blanco de la ira de esta señora. El rechazo de Goliath es tal que mientras baila con ella piensa “quisiera dale un buen pisotón, pero hay que ver con qué “vista” escabulle los pies”.




A medida que progresa la serie, hay cada vez menos violencia hacia las acosadoras. En esta aventura, la agresión física de Goliath es sólo imaginaria y se explicita en dos dream-ballons en uno de los cuales le da un fuerte garrotazo y en el otro una patada que la hace volar por el aire.

Durante una serie de aventuras producidas en un corto espacio de tiempo, el tema vuelve a aparecer con asiduidad. Berengaria, la Robusta, fuma en pipa y es de complexión fuerte. Cuando su sobrino Taag es recriminado por ésta por haber secuestrado al pequeño Emil, le responde “¡Silencio, ballena con trenzas!”.

Otro nombre hiriente corresponde al que se aplica a la capitana Bull-Dog. También se enamora de Goliath, lo que hará que surjan celos entre ambas y se peleen a bofetadas ante el regocijo de Crispín.

También en El Capitán Trueno Extra hay al menos una aventura en la que se recurre al mismo esquema. Esta vez es la gran duquesa Tatiana quien ataca a Goliath, por lo que éste confiesa una vez más verse obligado a devolver los golpes. A continuación, la dama noble se sentirá súbitamente enamorada declarará: “¡Qué hombre! ¡Pero qué fuerte! ¡Un hombre así no debe salir de mis dominios!”, por lo que tratará de casarse con él.

Aún hay otra historia muy posterior en el tiempo en la que se recurre a los mismos patrones. Se trata de una de las editadas en la revista de nuevas aventuras originales publicadas por Bruguera poco antes de su cierre. En “El chacal de Bir Jerari” aparece Molly, la Poderosa, una mujer pirata que también acabará rendida a los encantos de Goliath, pero, en la época en que se publica el episodio, la democracia está echando ya raíces y ya se están operando cambios de mentalidad, por lo que, pese a las veces en que el compañero del héroe es agredido por ella, no usará jamás la violencia para acabar con una situación inicua.

Aún en la etapa en la que el personaje se publica en la revista Aventuras Bizarras, de Forum, hay apenas un acoso amoroso que se inicia con un palo en la cabeza que le da Rachida, la pastora, a Goliath, pero éste no parece inmutarse y no ocurre lo que hace sospechar una estructura narrativa reiterada que se usará en la serie hasta la saciedad .

Vamos a centrarnos a continuación en otro aspecto recurrente a lo largo de esta historieta que ha tenido un carácter mítico y exótico desde la Antigüedad Clásica: las amazonas.

Las mujeres guerreras en El Capitán Trueno

Si hay algo que está presente siempre que se habla de la mujer en los tebeos es el tópico. Cuando los protagonistas encuentran a Sigrid en compañía de las “mujeres de aspecto fiero” de origen mogol, Goliath comenta: “lamento no tener un par de ratones. Verías como las haría correr a todas…”.

Cuando Nadira, la dirigente del grupo, hace que Sigrid luche con Linga, ésta tiene una motivación. Su contrincante es bella y eso le molesta porque esta diferencia la desplaza dentro de las escasas posibilidades que ofrece el mundo de la mujer: ser y estar guapa para encontrar un marido que la mantenga de por vida.
También hay violencia de género en esta aventura, y no sólo física. La palabra “mujerona”, con todo su sentido metafórico aplicado a mujeres dotadas de carácter o sentimientos viriles, aparece en tres momentos. Hasta el propio Capitán dice “prefiero enfrentarme a un ejército que a una sola de estas mujeronas”.

Goliath llama a Nadira “mi bigotuda dama” y cuando la tilda de “dogo”, ya es demasiado y ésta da una bofetada y un puñetazo al ofensor sin que éste se inmute. Ante ello, la mujer se ofende porque existe un hombre que es más fuerte que ella, lo cual lleva a pensar que se encuadra en un género que no le pertenece por razón de sexo. Entonces, para acabar con la tensión, Goliath la pone sobre sus rodillas y le da unos azotes en las nalgas mientras comenta que necesita “¡que alguien os dé una lección!” que, lógicamente, es el macho quien goza del derecho de impartirla. Luego añade “¡pensad que “quien bien os quiere os hará sufrir”!, con lo que el refranero, un reflejo fidedigno de la filosofía popular, se convierte en la justificación de la agresión. Pese a ello, no hay crueldad en la escena, incluso, es hasta divertida si no fuese porque refleja un hecho que en la realidad producía, y produce aún, mucho dolor. Desgraciadamente, es tan real que cuando Goliath la suelta ella siente “una mezcla de odio y admiración” hacia su agresor, algo que debe hacer pensar en una sumisión poco natural porque se basa en la fuerza y no en un trato adecuado hacia otro ser humano.



La segunda de las historias dedicadas a unas peculiares amazonas cuenta los avatares que acaecen a los tres protagonistas en un templo tibetano en el que ocurren sucesos extraños y donde sus ocupantes no se muestran. Éstos, con el rostro tapado, les atacan con valentía, pero sin ímpetu. Cuando Crispín le arranca la máscara a uno de ellos, resulta ser una mujer, una componente de un grupo de sacerdotisas llamadas kil-kil. Descubierto el enigma, Goliath no se priva y da un puñetazo en la cabeza a su contrincante, con lo que habría que preguntarse si el humor es capaz de volver inocua cualquier situación. Reducidos el Capitán y Goliath, Crispín decide huir para volver a liberarlos más tarde. Y escapa dando puñetazos a sus agresoras.

Tampoco ellas se privan de ejercer la violencia y una kil-kil golpea a Goliath que está maniatado. Cuando van a ser sometidos a un tormento, éste apela a algo tan inculcado culturalmente en la mujer como la coquetería y promete poner guapas a todas las sacerdotisas, dado que miente al confesar que él es un hechicero con un poder muy fuerte. Su intención es escapar y, cuando ocurre, los protagonistas son perseguidos por el grupo femenino al completo. Al aprestarse a la lucha final, Crispín dice “ya las tenemos aquí”, pero el Capitán resulta ser más razonable cuando comenta que es mejor marcharse, porque, “al fin y al cabo, son mujeres”, a lo que Goliath contesta: “pues yo me quedo con ganas de darles unos azotes. Sobre todo, a la mandona…”, una escena que hubiese sido muy distinta si el diálogo entre los tres protagonistas se hubiera producido en este orden: primero debería haber hablado Crispín, luego Goliath y por último el Capitán Trueno.

La historieta termina con la dama llorando porque su nuevo amor se ha ido. Otra muestra más de ese influjo, de ese aberrante síndrome de Estocolmo, que ejerce el maltratador sobre quien maltrata.
En la aventura que se desarrolla a partir del número 374, las amazonas, esta vez denominadas en la serie como lo que son, hacen su primera aparición mostrando su fuerza ante los guerreros jíbaros para reclamar su hegemonía sobre la selva. En cuanto se hacen con el control de la situación, admiten a Sigrid entre ellas y a los otros protagonistas se les condena a ser tirados al río para que sean comidos por las pirañas, con lo que se alude otra vez a dos constantes del mito griego: la aceptación de la mujer y el rechazo del varón. La situación se salva de nuevo apelando a la coquetería femenina cuando Sigrid reparte espejos entre varias damas que miran en su reflejo su papada y sus carnes mórbidas.
Kima, una de ellas, usa la violencia contra Goliath, pero éste no la devuelve en esta ocasión como ocurre en las anteriores aventuras, sin embargo, la amazona comprende que es el hombre de su vida, con lo que la estructura narrativa vuelve una y otra vez a repetirse.


Hasta en tres ocasiones se requiere como protagonistas a otros tantos grupos de mujeres cuya estructura social prescinde del hombre para subsistir, si exceptuamos el aspecto lógico e imprescindible de la procreación para perpetuar esas sociedades tan características, algo a lo que ni se alude en El Capitán Trueno por motivos evidentes. Prácticamente, de toda la riqueza que aporta el mito grecolatino de las amazonas, tan sólo se conserva su intención guerrera, esa cohesión social eminentemente femenina y el rechazo al hombre, con lo que en las tres historietas subyace un más que evidente matiz lésbico, sin embargo, la abierta actitud varonil de las mujeres guerreras se colapsa cuando alguna jefa se enamora de Goliath, lo que suaviza la situación escabrosa y refuerza el ridículo a que se las somete.
Habría que decir que éste pega a la primera amazona, a la segunda se queda con ganas de azotarla y de la tercera ni se preocupa aunque ésta le ha dado un estacazo, lo que evidencia la evolución en cuanto a la apreciación de los valores del guionista.

CONCLUSIÓN

La respuesta que me dio aquel ser querido cuando conté la agresión de la que había sido testigo en plena calle puede que denotase una falta de sensibilidad impropia de quien siempre fue una buena persona que nunca hizo daño a nadie, pero, a fin de cuentas, esa persona, como otros miles de seres en sus mismas coordenadas vitales, fue el producto de una mentalidad que perteneció a aquel tiempo, un retazo más de un modo de vida aceptado que estaba indisolublemente unido a un estado de cosas, algunas de la cuales perduran todavía para desgracia de la mujer y del resto de la sociedad.
Todo a lo que se ha aludido en esta disertación ocurrió entonces por los parámetros en los que se desenvolvía una sociedad entera. Hoy, afortunadamente, se lucha contra ello, pero, la solución a la violencia de género no radica sólo en combatirla, sino en erradicar los problemas que la ocasionan para que nadie tenga que ejercerla.
El artículo que dio origen a esta conferencia creó algún malestar entre algunos aficionados al personaje porque opinaban que sacar algo así a la luz era la mejor manera de hundir al personaje y conseguir que ya no se editen nuevas aventuras. Jamás podría imaginar que ambas cosas consigan algo que ni de lejos he pretendido, ni soy tan soberbio como para creerlo. De todas formas, el maltrato hacia la mujer es lo suficientemente serio como para plantearse si merece la pena callar con tal de que no te rompan el osito de peluche favorito de tu infancia al que todavía te aferras.
En el Capitán Trueno hay machismo y violencia de género hacia la mujer en general y misoginia hacia las obesas. Todo esto puede verse en los propios tebeos de la serie en los números, páginas y viñetas indicadas en las notas a pie de página sin que se deba hacer una lectura entre líneas porque está plasmada con la palabra y la imagen.
Una vez visto, cada cual es dueño de darle a ello la interpretación que le parezca.


José Antonio Ortega Anguiano

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Me permito opinar que sería conveniente trazar una comparativa con:

1. El número de casos en los que el capitán y sus compañeros no ejercen violencia alguna contra las mujeres, sino todo lo contrario, y determinar de este modo el porcentaje de machismo en la serie completa, al menos de forma aproximada.

2. Los casos de supuesto machismo y violencia de género contra las mujeres existente en los tebeos coetáneos, o anteriores, a éste para comprobar si eran casos que pudieran entenderse dentro de una "normalidad"

3. Los casos concretos en los que la violencia que se ejerce tiene un fin de evitar otra violencia de mayor envergadura, como por ejemplo una muerte segura, una agresión grave, un conflicto aún más terrible, etcétera, y siempre dentro de un universo de ficción aventurera como es el de los tebeos.

Por supuesto debemos rechazar cualquier tipo de avasallamiento sobre los derechos de cualquiera, sea mujer, sea obesa. Pero también conviene encajar las creaciones en sus géneros, las obras en su tiempo y contextualizar los relatos en su momento (y las viñetas, con sus imágenes y sus palabras, en sus series).

Es una opinión, claro.

Ebravor dijo...

Comparto tu comentario en su totalidad.

JM Beltrán dijo...

Pues sí, es buscarle muchos pies al gato, ya debe tener como unos 20.
Teneis razón.

Anónimo dijo...

Comparto vuestras opiniones. En aquella época TODO era en general más machista, y seguro que encontraremos ejemplos en toda la cultura popular (TV, novelas, radio, publicidad, etc. etc. etc.), así que no sé a qué viene tanto alboroto.
Creo que Víctor Mora no es nada sospechoso de machismo ni violencia. De hecho, en todo caso la serie Trueno destacó por ser MENOS machista que el resto, y como puntal tenemos a Sigrid de Thule, una reina nada ñoña que, por cierto, en las primeras páginas le propina un buen bofetón a nuestro Capi. ¿Será que Sigrid practicaba la violencia doméstica?

Oscar J.

Anónimo dijo...

Bueno, lo mejor en estos casos es no entrar al trapo de los que nos quieren vender constantemente en este país. Es más, diría que ahora mismo es el país más políticamente correcto del mundo. Pero otra cosa es vivir y sobrevivir en este país decrepito. En el que no hay muy pocos presentadores de TV, por ejemplo, de los de toda la vida. Ya me han cambiado la portada hasta del Interviú. Se saca punta de todo lo que no lo tiene, y si no existe, se crea para que los que tienen cosas que esconder, por ejemplo una crisis y un despilfarro de órdago, tengan una tupida cortina de humo que no se pueda cortar ni a cuchillo. Y lo peor es que se ve como una cosa normal delante de nuestros hijos. Pero me van a perdonar vuestras mercedes, que se pongan los "piltiticamtecorrectos" como se pongan, no lo es.

Y que tenemos en este caso, pues eso que se ha creado un problema con un tebeo que tiene más de cincuenta años, que ha nadie le importa. Nadie medianamente normal, que si es para crear polémica cualquier cosa vale. Si no que se lo pregunten a los que se deshacen por una palurda de nombre Pesebre… o algo semejante.

Por cierto MDIAZ eso es una entrada… y lo demás tonterías.

Un saludo
Elquemás

Paco Nájera dijo...

Yo no entiendo que haya que salir en defensa del personaje y señalar como eximentes cosas que son evidentes. Por supuesto que nada se entiende (que no justifica) sin su contexto. Yo soy yo y mis circunstancias que diría Ortega y Gasset. En esta conferencia no se ha dicho que el Capitán Trueno sea el tebeo mas machista de su época o que se hace apología de la violencia de genero, simplemente se hace un análisis documentado de ESTE tebeo, con unos determinados parámetros, como se ha hecho de otros y se subraya que hay, vamos a llamarlo asi "contaminación" de la consideración y rol que se le daba a la mujer en esa época. Y no esta mal que se haga, y no pasa nada, que no hay que entender que un personaje porque nos guste esta exento de la sanísima critica ni lo invalida para nada. Todo, absolutamente todo, tiene sus luces y sus sombras y el capi también. No hay nada mas añejo que la ostentación de la virginidad. Ni nuestro héroe ni sus autores estaban al margen de su época, otra cosa es que la deriva machista fuera mucho menos acusada que en otros tebeos. Pero esta bien que se señale que aunque veniales esos pecados también existen en este tebeo. Todos hemos he visto como se ha condenado a los infiernos a otros tebeos acusándolos de fascistas por un quítame allá ese Alcazar, por ejemplo, en un alarde de superficialidad y maniqueísmo barato y sin contextualizar absolutamente anda.
El Capitán Trueno es el tebeos preferido de mi infancia, como creo que lo es del autor de la conferencia pero no por eso está exento de análisis o critica. O no deberia estarlo.
Otra cosa es como los medios periodísticos traten esta cuestión o la dimensión que le den. Eso es harina de otro costal.

Anónimo dijo...

Yo estoy a favor del estudio objetivo de cualquier cosa, sin embargo los peros que veo aquí son:

Por parte de Ortega: personaliza y casi señala con el dedo al guionista V. Mora, y creo que esto es injusto sobretodo cuando hablamos de "contextos sociales e históricos" y cuando la mayoría de manifestaciones culturales coetáneas eran aun mas machistas.

Por parte de los periodistas: ya sabemos. Desinformación por parte de los que escriben, titulares amarillentos como la hepatitis, torpeza a la hora de sintetizar... AY!

Oscar J.

maginelmago dijo...

Ha salido a la luz la típica contradicción. Si en una historieta donde la gente se pega continuamente, un hombre pega a una mujer, eso es machismo y violencia de género; ahora bien, si dice que no lucha contra mujeres, también estamos ante un caso de machismo.

Y sale a la luz un error típico de los análisis de la historieta de la época franquista: pensar que las cosas suceden porque el contexto no era democrático. Compárese lo que estaba sucediendo en los verdaderos modelos de las historietas: las películas de aventuras de Hollywood de los años 40-70 y se verá cómo el trato es el mismo: azotes con ánimo de comicidad (discutible, pero sucedía), golpear en la cara contra la histeria femenina (discutible, pero así sucedía). Es decir, no había un trato sexista porque la sociedad franquista fuera especialmente machista, y así sus medios de comunicación, sino que era sexista, pero porque se seguía un modelo tradicional vigente en lo que hoy se denomina "los países de nuestro entorno".

Anónimo dijo...

¡CIERTO!
España no era más machista que el resto, no cabe duda.
Lo malo es la "malpropagación" de este tipo de estudios, los titulares malintecionados o desinformados, etc. etc.
Además, no podemos obviar el hecho de que una sociedad machista es TODA machista (no solo ellos: también las madres que crian a sus hijos e hijas de modo machista).
Son contextos afortunadamente superados, y ya está.

Oscar J.

Diego dijo...

Ridículo

En lugar de contextualizar las cosas y tomarlo con sentido del humor, ya tiene que venir RL progre de turno a dar la brasa con sus paranoias de sexismo y corrección política.

Solo a una mente calenturienta y carcomida por el resentimiento feminista se le puede ocurrir que el capitán trueno haga apología de la violencia de género.

Cómo están las cabezas

Diego dijo...

Esto ya es más ponderado